martes, julio 18, 2006

Parábola de la Virgen Esquiva

Salí a buscarla, pues necesitaba su aparición. La busqué allí donde debería estar: historiados altares de iglesias barrocas, sobrias pilas bautismales de basílicas visigóticas, retablos neoclásicos, modernos templos racionalistas,… La busqué con fervor entre olores de santidad, en la fresca penumbra de las hornacinas, en el sonido de las campanas centenarias,…
Pero no la encontré. Cansado entré en una cafetería a reponer fuerzas. Allí, medio adormilado ante una taza de café, levanté la vista y la vi. Estaba, resplandeciente, sobre la cafetera.
----------------
La siguiente aparición la busqué directamente en el bar: pedí café y miré la cafetera. No apareció. Tres cafés mas tarde seguía sin aparecer. ¿Habría sido casualidad?
Volví, entonces, a los templos. Volví a buscarla en todos los rincones sacrosantos en los que, decían, moraba. Todo inútil. La Virgen no me concedía el regalo de su presencia.
Una eternidad después, cansado y frustrado, recalé de nuevo en el bar. Pedí café. Entonces, cuando iba a dar el primer sorbo, la vi. Esta allí, otra vez sobre la cafetera, majestuosa, celestial y con un punto burlón en la mirada.