miércoles, noviembre 29, 2006

Ahh… ¡Aquellas moras!

Aquellas moras sangrantes llenaron mis dedos y boca de dulcísima tinta china. Su sabor intenso, totalmente inédito e incomparable, se adueñó de mis sentidos. Una dulce sinfonía resonó en mi paladar y la partitura quedó para siempre impresa en los hombros y mangas de mi camisa blanca.
Cuando salí de debajo de la morera el sol brillaba distinto.